Casualmente el mismo día que el consejo de ministros aprueba «La ley de economía sostenible» que permitirá el cierre de webs de descargas con un mínimo proceso administrativo y judicial, el mismo día también se aprueba el «Registro Civil único». Este último descargará de trabajo a los jueces y permitirá que los trámites de registro o los certificados se puedan realizar a través de Internet. Además desaparece el «Libro de Familia», un documento tan poco interesante que no tiene ni entrada en Wikipedia a pesar de sus 50 años de historia.
Y digo yo, ¿no habrá una maniobra oculta para que el tiempo que la justicia invertía en expedir Libros de Familia ahora lo empleen en cerrar webs de descargas? ¿se manifestarán los fabricante de Libros de Familia ante el ministerio para pedir ayudas por el fin de su sector?
He tenido pocos acercamiento al mundo de los registros civiles. Recuerdo que, hace unos años, cuando tuve que inscribir a mi hija en el registro civil de Madrid de la calle Pradillo, la funcionaria que me atendió se esmeró sobremanera en la escritura que realizó en el libro. Si tenéis oportunidad echad un vistazo a los libros de familia que haya en vuestras casas y comprobaréis que todos están escritos con una caligrafía correctísima. Alguien debería crear una tipografía «family book font» para usar en estos fríos documentos que vamos a usar a partir de ahora.
Es una pena que nadie le preguntara hace unos meses a Luis Eduardo Aute por el fin del libro de familia porque seguro que hubiera acertado con su visión apocalíptica de los soportes. De la misma forma que esos papelitos unidos por una grapa y con una cubierta oscura ya son historia y no pasa nada porque el valor es lo que contienen y no el soporte, la música no desaparecerá por el fin del CD. Le pasa como a nuestra cabeza, lo importante es lo que va dentro.
Casualidades, de Miqui Puig (2004)